Ellos algún día vendrán por ti

«Debes engañarlos», decía mi madre. «Ellos algún día vendrán por ti, así como lo hicieron con tus hermanos menores».

Apenas los conocí. Cuando empezaban a caminar, desaparecían misteriosamente.

—Mamá, ¿dónde está mi hermanito?

—¡Shh! Silencio, ellos se los llevaron.

Era tanto mi pavor y el miedo de que ellos me llevasen que obedecía sin chistar todo cuanto decía mi madre. Era tan cotidiano verla hablándole a la pared o suplicando a la ventana. Hubo noches en las que me exigía que duerma bajo mi cama o que esté por horas encerrado dentro del clóset. Algunos días solo me daba de comer arroz. Otros, se iba de casa dejándome unas cuantas manzanas para apañar el hambre.

—Ponte esta máscara —me dijo aquel día —, así ellos no sabrán quién eres.

Accedí. Al rato, escuché sus acostumbrados sollozos.

—No se lo lleven, no se lo lleven, a él no.

Me sentí escudado por la máscara, así que me quedé inmóvil, sabiendo que mi madre, de alguna forma, me estaba protegiendo.

Cuando dejé de escuchar su quebrada voz, me preocupé. Dando pequeños pasos, la busqué por toda la casa hasta que la encontré tirada en el jardín con un cuchillo cerca de las manos. Estaba desangrándose.

Con los años entendí que mi madre me protegía de ella misma. Debajo de ese mismo jardín estaban enterrados los huesos frágiles de todos mis hermanos: ellos no pudieron escapar de su esquizofrenia.

1 comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *