Soy la única que puede percibir la tensión por estar rodeada de quienes, en cualquier momento, pueden desactivar el modo reposo y digitalizarme de pies a cabeza solo con pasar frente a sus ojos, o debería decir, lectores ópticos.
El vagón en el que vamos, es mixto, sirve para la transportación de UMIAs, Unidades Móviles de Inteligencia Artificial, y personas. Por alguna razón, éste va casi repleto de ellas, con apenas unas horas de haber sido creadas. ¿Quién diría que tienen preferencia sobre nosotros de ocupar los asientos? Ante un evento extraordinario, como un choque, ellas estarían aseguradas por medio de imanes colocados estratégicamente para empatar con sus extremidades. Mientras que yo, humana gestante, puedo morir ante un accidente. Por fortuna, aún había un lugar disponible dotado con un sencillo cinturón de seguridad.
Mi destino está al final del trayecto, trazado para ir directo y sin escalas a mi nueva vida.
El feto que llevo, la tendrá también en un sector controlado y a la vez más seguro. Por eso decidí ser voluntaria como reactivo biológico, porque en mi lugar de origen, lo máximo que puedo aspirar es al cuidado de niños modificados. Si voy a criarlos, al menos que sean míos, no importa que sean humanos perfectos, eso va a ser interesante, interactuar con personitas alteradas genéticamente para ser lo más parecido a las UMIAs.
Mis trastornos, defectos, carencias, vicios y hasta mis enfermedades degenerativas, contra su personalidad cronometrada, puntual y diseñada.
La decisión más difícil, fue dejar mi club y sus clases de baile porque era lo único que realmente me hacía feliz, pero no obtenía ningún pago de ello, todo se trataba de resistencia.
Frustrada porque esa etapa acabó, quería desquitarme con algo, así que me puse cerca del sensor de la UMIA de enfrente, sus funciones inactivas en color violeta, cambiaron a verde en cuanto le digo que ella nunca encontrará el sentido práctico de bailar, o de posar la mano en la cintura de la pareja, y ésta toque la cadera sutilmente con la yema de los dedos y con la otra mano apretando la mía para dirigir el siguiente paso, la vuelta sincronizada y en medio de la ejecución, el aliento de la persona cerca del cuerpo. No, nunca procesará suficiente información para el intercambio de miradas, las sonrisas cómplices de un momento sensual, que aunque efímero, es un deleite. Nunca percibirá la humedad de la piel, ni verá sus vellos erizarse. Tampoco el calor emanando del pecho y hasta las imperceptibles caricias en una danza como la que nos legaron mis antepasados latinos; no vibrará jamás al ritmo caribeño, como ellos. Y lo más importante, ninguna unidad podrá descifrar el código del virus gusano, oculto en los compases básicos de la ciber salsa.
La UMIA, hasta ese entonces en reposo, hizo lo que temía: un escaneo completo, comenzó a recitar su comando de presentación y menú de inicio. “Interacción con la Unidad Móvil de Inteligencia Artificial serie 49984, modelo LR-732…
La ignoré, porque de ella escucharía la totalidad de mis datos biométricos, preferí voltear a ver la pantalla lateral del vagón, que mostraba el anuncio informativo del programa de experimentación del que seríamos objeto de estudio, y que me sabía de memoria.
Me preguntaba, cuántas almas habrá en total dentro del complejo de laboratorios. ¿Conoceré a alguien interesante allá o será lo mismo de siempre?, limitadas a interactuar con quién deberíamos relacionarnos, según los algoritmos de las UMIAs a cargo.
Mi tatarabuela escribió alguna vez en su diarioblog que a las mujeres con mis características les solían decir que “ya se les había ido el tren”, pero creo que, justo ser una persona independiente emocional en esta era, te da la opción de elegir a qué clase de tren te quieres subir y cuando será eso.
Yo escogí el de la aventura. Seré un espécimen de observación, sí, pero uno muy bien retribuido y con posibilidad de criar a mi propia descendencia como se hacía en las antiguas sociedades, o lo más parecido a ellas, antes de que existiera la Red Interregional de Inteligencia Artificial que casi erradicó la procreación.
¿Crees que mi bebé aprenda a bailar como su madre, LR-732?
—Esperando comando con autentificación de usuario autorizado…
Radica en Cuernavaca, Morelos. Sus textos se han incluido en diversas antologías de editoriales y revistas independientes, con temáticas como la escritura identitaria, cuentos de terror, ciencia ficción y fantasía. Participó en seminarios, cursos y talleres de escritura creativa, minificción, cuento gótico, narrativa fantástica. Cursó el 5o Diplomado Virtual de Creación Literaria del INBAL, así como el Seminario de Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Felicidades Karla, por hacerme sentir ese ambiente futurista. Enhorabuena!!!
Muchas gracias Martha, por leerlo. Aprecio mucho tus comentarios.
Saludos ฅ^•ﻌ•^ฅ