La pieza dorada

Al interior de la patrulla 1072, la Capitana Morales espera sus tacos de canasta. En la vida de los agentes de seguridad existen códigos y rituales que deben ser inalterables. Los lunes se desayunan tacos de canasta a un costado de Walmart Nativitas, es un acuerdo tácito, una ley inquebrantable.
“Dos de chicharrón y uno de frijol” le dijo a su compañero Felipe Bonilla desde el interior de la patrulla. Esa escena quedaría marcada en su memoria. Hacía mucho frío, esta vez ella no se bajó de la unidad. La noche anterior no había podido conciliar el sueño, entre la baja temperatura y los cólicos menstruales le fue imposible descansar al cien por ciento. Desde joven, cada menstruación resultaba un suplicio. Le habían recomendado embarazarse para terminar con ese calvario, pero no funcionó. Parió a Zuleima y a Zeus, pero los dolores y el sangrado abundante persisten. Le queda la esperanza que pronto llegue la menopausia. Ya está en edad, quiere creer.
Pensaba en todo lo anterior cuando Felipe le extendió el plato de plástico con los 3 tacos solicitados. “Gracias, Feli” le dijo a su compañero. Guadalupe primero comía los tacos de chicharrón y siempre dejaba al último el taco de frijol, era un cábala, una especie de fetiche que le auguraba un lunes tranquilo.
En la primera mordida sintió un picor descomunal que le hizo alterar el orden de las cosas, aquel taco de chicharrón marcaría el rumbo del día que apenas iniciaba. Sin pensarlo le pegó una dentellada al de frijol para disminuir el picor. En ese instante sonó el radio. “Diez-setentaydos, 40, cambio”, con la lengua inflamada y la boca llena de saliva, Lupe tomó el radio —manchándolo de grasa— para responder el llamado: “Cuadrante 16, Walmart, Nativitas, 28, cambio” “Apoye a elementos del cuadrante 10, Narvarte, Pestalozzi, 06, cambio”. Por un momento, Guadalupe Pana Morales tuvo la sensación de que algo andaba mal. En su pecho se hizo un vacío que crecía reptando por sus entrañas. Se limpió el moco que le escurría con la palma de la mano y se apresuró a contestar: “en camino, cambio”.
De dos tarascadas acabó con el taco de frijol, y le hizo señas a su compañero que ya disfrutaba de otra tercia. ¿Qué pedo, Pana, andas sin hambre? No manches, Feli, estas madres están bien picosas, pídeme una Fanta. Déjamelos, yo me los shingo, no hay pedo. Feli, hablaron de la central, hay que auxiliar en la Narvarte, chíngate rápido tus tacos y que no se te olvide mi chesco. Vale, pero échame esos que dejaste, no se van a desperdiciar, no shingues. Órale, Feli, muévete, tengo un mal presentimiento. Va, ahorita le pago al Chino y nos lanzamos en fa.
Felipe pisó el acelerador, prendió la torreta y agarró camino por eje cinco. Guadalupe miraba su teléfono buscando más información sobre alguna emergencia en la zona. Voy a girar por Cuauhtemoc, Pana, para bajar por Universidad y meterme en Pilares, ¿está bien? Sí, déjame avisar a la central para saber a qué altura de Pestalozzi está el pedo. “Diez-setentaydos llegando a Pilares, solicito 40 del 77, cambio”. “Parque Arboledas, discreción, cuadrante 10 en posición, cambio”. “Copiado, cambio”. Pana soltó el radio y regresó al teléfono.
Feli, vete despacio y apaga la torreta, estaciónate en la esquina; no importa que lleguemos unos minutos tarde, el muerto no va a revivir. Pana se llevó una mano a la frente y cerró los ojos. En un grupo de la WhatsApp difundieron la foto del joven difunto. El cadáver desnudo mostraba signos de violencia. El asesino cuidó cada detalle para mostrar a su víctima de la forma más grotesca posible. En la fotografía el cuerpo se encontraba hincado; amarrado a la banca; con las rodillas sobre la tierra; las piernas abiertas; el torso sobre el asiento de banca y un objeto dorado incrustado en el culo.
Felipe y la capitana Morales llegaron a la zona acordonada, por suerte, el cadáver había sido cubierto con una tela cuadriculada que a Pana le pareció un mantel de restaurante. Mientras Felipe conversaba con sus colegas del cuadrante diez, Guadalupe analizó los objetos encontrados en la escena, una nota con garabatos inconexos, y las partes de un trombón desarmado.
El macabro descubrimiento lo hicieron unas señoras que por la mañana salieron a correr por el parque en compañía de sus perros: Waffle y Pecas. Ambas mascotas corrían adelante de sus dueñas y en un momento se internaron entre los arbustos persiguiendo a una rata que los dirigió al cuerpo sin vida. De inmediato, una de las señoras marcó al servicio de emergencia, y dejó el testimonio de lo ocurrido recalcando en varias ocasiones los nombres de los perros y lo heroico de su acto.
Los reporteros llegaron —como siempre— antes que el servicio médico forense. Los elementos de seguridad resguardaban la zona, un reportero solicitó que retiraran la tela que cubría el cuerpo, los uniformados no le hicieron caso. Ari, reportera de la nota roja de un periódico local, le preguntó a Pana si se trataba de algún homicidio pasional, pero fue ignorada. Otro reportero preguntó si se trataba del hijo de Ramos Parker. A Pana se le intensificó el dolor en la panza y un escalofrío reptó por su espalda. “¡Compañeros, vamos a esperar a los peritos y a los forenses para que hagan el levantamiento del cadáver. Por favor, déjennos trabajar!” —gritó a los reporteros.
Cuando el equipo de peritos llegó, ingresaron a la zona acordonada con cinta amarilla. Al descubrir el cuerpo, para tomar fotografías, decenas de flashes iluminaron la escena, el equipo médico manipuló con dificultad el cuerpo. Lucharon contra el rigor mortis para introducirlo en una bolsa plástica, resultaban evidentes las mordidas de ratas en la zona de los tobillos y dedos de los píes. Al girar el cuerpo para meterlo a la bolsa este arrojó el objeto metálico incrustado en el ano. Uno de los reporteros gritó: “un embudo”, otro afirmó que era una boquilla. Pana se acercó para asegurar la nueva evidencia. Los forenses introdujeron el envoltorio en la camioneta y abandonaron la escena. Los peritos permanecieron por unos minutos analizando la banca y el perímetro cercano. Tomaron algunas muestras que a Pana y a Felipe les parecieron sin importancia, después de unos minutos se retiraron.
Pana analizó aquél objeto y comprobó que sí era la boquilla del trombón.

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