Titino

− ¡Vete a dormir!

−Tengo miedo, papá, la abuela me contaba un cuento antes de dormir.

− ¡Pues, la abuela ya no está!

− ¿Puedo dormir con la luz encendida?

−Ya estás grande, ¡sube a tu recámara!

−Pero ahí está esperándome Titino y me quiere comer.

−No digas tonterías, ese muñeco solo se ve en la tele y no puede salir de ahí.

−Sí se sale, la otra vez vi cómo se escurrió y salió por una esquina de la tele. Vino a esconderse debajo de mi cama, ahí me espera siempre.

− ¡Váyase a dormir!

Subo la escalera con lentitud, retardando lo más posible la llegada a mi infierno. las piernas se me doblan como fideos cocidos. Siento que me arde la piel y se me erizan los pelitos, de sus poros se desprende un vapor condensado con terror que me produce escalofrío. La luz se va desvaneciendo hasta que da su último suspiro, apenas puedo ver los escalones. Arriba me esperan fantasmas colgados de las cortinas, en el perchero y… escondido debajo de la cama está ese muñeco horrible, que cobra vida por las noches. Cuando llego alcanzo a oír unos murmullos que parecen venir de las coladeras. Me está llamando.

¡Ahí está! Puedo ver su cabeza salir de debajo de la cama, en sus ojos de vidrio se refleja la noche. Sus cejas negras se retuercen como ciempiés tras de mí. Al abrir su boca rechinan las tuercas que la sostienen y se le cae hasta el piso. Su voz parece ruido de tripas. Habla quedito para que solo yo lo oiga y todos me digan que soy una mentirosa. Me dice que me veo deliciosa y que me quiere comer, pues se alimenta de niñas bonitas.

−También me voy a comer a Pepita para que no estés sola −me dijo. Siento que se me encoge el ombligo y quiero vomitar.

Aprieto los ojos para no verlo, pero se mete dentro de ellos. Estira sus brazos que crujen como el ropero de la abuela. Se hace gigante, adentro de su bocota que parece una cueva, está muy oscuro. Me llama para que entre, quiere aspirarme con su aliento apestoso, pero me agarro de los barrotes de la cama y me subo lo más rápido que puedo. Me meto debajo de las cobijas, me tapo los ojos y me acurruco abrazando a Pepita, mi muñeca. Mi cuerpecito hierve, las sábanas están heladas. ¡Tengo mucho miedo, abuelita, ven!

− ¡Nos va a atrapar, Pepita! Pepita, abrázame.

Me voy lejos, lejos, donde no me puede alcanzar. Apenas puedo oír a Pepita:

−No te preocupes mi niña, lo mordí y encerré en el ropero. Se va a morir de hambre.

Pero yo, yo ya no estoy.

2 comentarios

  1. Uff, terrorífico!! Muy buen cuento, amiga. Ideal para leerlo en esta época de brujas y monstruos. Felicidades!!!

  2. El miedo y la paz se siente muy nitido al final! Like

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *