—Ya no más —dijo con determinación mientras dejaba caer con fuerza la tapa del cofre.
Escuchó su propia voz después de tanto tiempo y le parecía extraña, no se reconoció en ella.
Ya no más, balbuceó. Tenía la mirada fija en aquel agujero en la tierra.
Un escalofrío le erizó la espalda, esperaba que alguna clase de fuerza sobrenatural se manifestara y le detuviera… nada, solo la voz del bosque.
Entonces lanzó el objeto metálico hasta el fondo, sonrió triunfante al ver que éste apenas se abrió con la caída. Rápidamente devolvió la tierra húmeda hasta dejar todo como lo encontró, después puso hojas encima. Se deshizo de esa carga para siempre, al menos eso quería creer. Ya no más, repetía en modo compulsivo mientras se quitaba el exceso de lodo en las manos.
Dio la vuelta y fue cuesta abajo, volvió a sortear la hierba alta y algún tronco caído. Después de un rato, dudó, no recordaba por dónde había llegado.
Necesitaba revisar las fotos que había tomado hacía un rato para no perderse.
Sacó el teléfono con cuidado para no manchar el bolsillo de la chamarra, sin embargo sus dedos dejaron rastro. Caminó unos cuantos metros hasta encontrar las ramas en las que había amarrado el cordón que le serviría como guía. Desató el nudo y lo fue recogiendo conforme avanzaba.
Encontró el camino de terracería donde estaba estacionado el auto. Al llegar a él, le pareció que su reflejo en el vidrio, le miraba con perversidad.
Una vez adentro, inhaló profundo y al contener la respiración comenzó a toser, como si tratara de expulsar a toda costa el aire que acababa de recibir, eran los vestigios nauseabundos del cofre.
Giró las llaves. Se sintonizó una estación de radio local.
La canción logró sacarle de su cavilación, no era fácil distinguir la letra debido a la interferencia…
“Unidos como cadena, eslabón por eslabón”
Se concentró en lo que oía, arrancó el coche y pensó en la última vez que realmente disfrutó la música.
“Con que placer te comparto, este pobre corazón”…
Condujo hasta la intersección con la carretera federal, por el retrovisor presenció la agonía del sol en las fauces de las nubes. Eso era lo único por lo que valía la pena mirar atrás, como si descubriera el mundo nuevamente.
“Unidos toda la vida, corazón con corazón”…
Hasta entonces, supo que debió haber manejado tres o cuatro horas y no tenía idea de donde se encontraba, pero tampoco quería saberlo; la única certeza es que estaba lejos de casa… la anhelaba ahora que creía haberse librado de aquel maleficio que casi le consumió la vida.
Todo regresa a la tierra, le había dicho la curandera. —Y eso es lo que llevo embarrada por todos lados —
“Unidos como cadenas, eslabón por eslabón”.
Radica en Cuernavaca, Morelos. Sus textos se han incluido en diversas antologías de editoriales y revistas independientes, con temáticas como la escritura identitaria, cuentos de terror, ciencia ficción y fantasía. Participó en seminarios, cursos y talleres de escritura creativa, minificción, cuento gótico, narrativa fantástica. Cursó el 5o Diplomado Virtual de Creación Literaria del INBAL, así como el Seminario de Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, de la Fundación para las Letras Mexicanas.